Ser tutora de una estudiante en prácticas es toda una responsabilidad que nunca sabes cuando te tocará vivir.
Y es que todas hemos estado ahí: nerviosas, inseguras, sin saber muy bien dónde colocarnos ni cómo preguntar. Y también recordamos con cariño (o no tanto) a aquella persona que nos tocó como tutora durante las prácticas.
Ser tutora es una responsabilidad enorme, pero también un privilegio. Es la oportunidad de marcar la diferencia en la vida de alguien que está empezando a construir su vocación.
Si te preguntas cómo hacerlo mejor, aquí va una guía para ser esa tutora que deja huella. De las buenas.
1. Estar abierta al aprendizaje: Sí, tú también aprendes
Deja el ego en la taquilla. Tus alumnas pueden enseñarte cosas nuevas, traen ideas frescas, miradas distintas y una forma distinta de abordar lo clínico y lo humano.
Ser tutora no es saberlo todo, es saber acompañar.
2. Protege a tus alumnas
No las expongas a situaciones inseguras o para las que no están preparadas.
Recuerda: la responsabilidad legal y profesional es tuya, y ellas están ahí para aprender, no para cubrir plantillas.
Cuidarlas también es enseñarles con calma y seguridad.
3. Ser firme no significa ser irrespetuosa
Ser exigente es necesario. Pero nunca debe implicar humillar, gritar o tratar mal.
Detrás de esa alumna hay una persona que merece el mismo respeto que cualquier compañera o paciente. Haz que tu liderazgo inspire, no que intimide.
4. Explica, aunque parezca obvio
A ti puede parecerte evidente. A ella, no.
Tómate el tiempo para explicar cada paso, cada decisión y cada razonamiento clínico.
Y sobre todo, asegúrate de que lo entienda, no solo que lo repita.
5. No humilles por los errores. Elogia los aciertos
Cometer errores es parte del proceso de aprendizaje.
Corrige con respeto y construye con paciencia.
Y cuando hagan algo bien, díselo. Reconocer un buen trabajo también es formar.
6. Implícate: están aprendiendo de ti
Sí, tienes mil cosas que hacer. Pero también tienes una alumna que te observa, te escucha y se forma contigo.
Dedica tiempo a resolver sus dudas, a guiarla y a mostrarle cómo se trabaja en equipo.
Ese tiempo es una inversión en el futuro de la profesión.
7. Hazlas sentir parte del equipo
Muy pronto, esas alumnas serán tus compañeras. Hazlas sentir desde el primer día que su presencia importa, que pueden aportar, que tienen voz.
Una buena tutora no es la que solo enseña procedimientos, sino la que enseña a ser compañera.
8. ¿Dudas? Hazte esta pregunta mágica:
¿Soy la tutora que me hubiera gustado tener cuando fui alumna?
Si la respuesta es sí, vas por buen camino.
Y si es no, estás a tiempo de mejorar. Siempre.
9. ¿Y para ser la tutora más cool…? 
Un toque de humor, actitud positiva y una pizca de estilo nunca sobran.
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