Todas hemos sido "la nueva"

Todas hemos sido "la nueva"

Todas hemos sido "la nueva"

La primera vez que entras en una planta, con el uniforme planchado y la agenda llena de ilusión, también vas cargando con un pequeño gran compañero invisible: El miedo.

Miedo a equivocarte.
Miedo a preguntar demasiado.
Miedo a molestar.
Miedo a no estar a la altura.

Y en medio de ese torbellino, con los nervios apretándote el estómago, llega ese momento: necesitas ayuda.

Levantas la mano. Con voz suave, casi temerosa, pides apoyo.
Y del otro lado... silencio.

No duele solo porque no te ayuden.
Duele porque sientes que estorbas, que no encajas, que tu lugar aún no está hecho.
Y es justo ahí donde olvidamos algo esencial: todas hemos estado ahí.

La enfermería no va solo de curar heridas físicas. Va de acompañar, de sostener, de mirar al otro y decir “te veo, te entiendo, estoy contigo”.

Y eso empieza entre nosotras.

Un recordatorio para todas:

La empatía no se aprende en la universidad.
Se cultiva en cada turno, en cada gesto, en cada elección diaria.
Y es tan parte de nuestra profesión como cualquier otra cosa.

Porque ser enfermera es también saber tender la mano, incluso cuando a ti también te tiemblan las rodillas.

Porque todas hemos sido “la nueva”.
Porque todas hemos sentido esa mezcla de nervios, ilusión y ganas de hacerlo bien.
Porque todas, en algún momento, hemos necesitado ayuda.

Crear un equipo unido no requiere grandes gestos. A veces, basta con parar un segundo, mirar a esa compi que duda y decir: “¿qué necesitas?”.

 

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